sábado, 31 de mayo de 2008

King Crimson, segunda parte

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21st Century Schizoid


Starless



I talk to the wind


Epitaph




Cat food

viernes, 30 de mayo de 2008

Mahler

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De Gustav Mahler, Adagietto de la Sinfonia No. 5

jueves, 29 de mayo de 2008

Liquid Tension Experiment

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When the water breaks

King Crimson

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The Court Of The Crimson King



Red



One more red nightmare



In the wake of Poseidon

Shostakovich - Sinfonia No.10

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Nietzsche compositor

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[...] Cuando se habla de la relación de Nietzsche con la música es muy común caer en la tentación (y en el error) de reducirla a su relación con Wagner. Si bien, como dice su biógrafo Werner Ross, el encuentro con el Maestro es "el hecho central de la biografía de Nietzsche", él ya había nacido a la música desde hacía mucho tiempo atrás, y por supuesto la siguió ejerciendo a su manera después de que se distanciaran. Tal vez haya que pensar que, en este aspecto, Wagner, con su personalidad avasallante debió haber funcionado más bien como un freno para el joven compositor en ciernes. De esto diremos algo más adelante. Que la música fue algo sustancial en la vida de Nietzsche queda demostrado con el siguiente episodio: aun demente se sentaba al piano para tocar una de las Sonatas op. 31 de Beethoven, y en 1900, año de su muerte, cuando ya estaba completamente paralizado, el único estímulo del mundo exterior que lo hacía reaccionar era la música.

[...] En 1976 la Bärenreiter-Verlag de Basilea publicó Der Musikalische Nachlass (El legado musical) de Nietzsche, bajo el cuidado de Curt Paul Janz, otro de sus principales biógrafos y, a la sazón, músico él también. Es un voluminoso libro que contiene la totalidad de las partituras escritas por el filósofo. Además de reeditar piezas ya publicadas con anterioridad, aquí, con loable criterio editorial, se han incluido no solo las obras terminadas sino también las inacabadas, los esbozos, con frases musicales aisladas, notas sin plicas, tachaduras, etc. El conjunto impresiona por la cantidad: la primera conclusión legítima que se puede sacar es que alguien capaz de borronear tanto papel pentagramado a lo largo de la vida en verdad se toma muy en serio la composición. Por otra parte, hay mucha música religiosa: resulta curioso pensar que el autor de El Anticristo sea la misma persona que compuso un Miserere a cinco voces, motetes que intentan la escritura de Palestrina, un Oratorio de Navidad, una Misa para solo, coro y orquesta, etc. Pero no debemos engañarnos: Nietzsche no disponía de los medios técnicos como para abordar obras de tal envargadura. Estas se quedan en meros intentos juveniles, fragmentarios y fallidos, motivados por el afán de imitar una música que lo conmueve profundamente. Toda su formación musical se reducía a unas lecciones de piano recibidas, cuando niño, de un maestro de coro de iglesia. Por ende, nunca estuvo listo para obras de gran aliento. En cambio las piezas cortas para piano y los lieder aparecen como más adecuados a sus posibilidades de dar una forma acabada a los arrebatos de su inspiración: casi la mitad del volumen está ocupado por este tipo de piezas, que son a las que debemos prestar atención ya que adquieren real categoría de "obras", algunas especialmente hermosas y logradas. El fue, para decirlo en una palabra, un "compositor intuitivo".

Debemos agregar que todos los testimonios coinciden en que improvisaba al piano en forma admirable: esto le permitía ser el centro de reuniones sociales a pesar de su carácter algo inhibido. Wagner le decía: "¡Usted toca demasiado bien el piano para ser Profesor (de Filología)!", aunque Ida Rothpletz, esposa de su fiel amigo Overbeck, escribió que él, como intérprete, "no tenía la más mínima habilidad, tocaba casi duro y entrecortado, buscaba las notas en su memoria y luego en las teclas".

A los 15 años había fundado con sus amigos de la infancia Wilhem Pinder y Gustav Krug -con los que acostumbraba tocar el piano a cuatro manos- la asociación "Germania", a la que cada integrante se comprometía a hacer una entrega mensual: una poesía, composición musical, ensayo ilustrado, etc. A los dos años Nietzsche había completado los 25 envíos prescritos, Krug 18 y Pinder 16.

A los 20 años ya había escrito más de una docena de lieder [...]

A los 21 sometió sus lieder al juicio crítico del director de orquesta Joseph Brambach, quien le recomendó estudiar contrapunto. Nietzsche, acostumbrado al éxito fácil en las reuniones y herido en su amor propio al sentirse tratado como un principiante, decide dejar de componer y concibe el proyecto de dedicarse a la crítica musical. Pero a los pocos meses recae en la tentación y vuelve a componer. Nunca seguiría la recomendación de estudiar música más seriamente.

En esta época está dedicado a la "penosa ascesis" de la filología clásica, aunque no abandona a su verdadero amor, la música: asiste al abono de ópera y escribe sus críticas, que nadie publica.

Por estos años (1866-67) no era wagneriano. Sus preferencias musicales son conservadoras: Mozart, Beethoven, Schumann. Nada de "la música del futuro" le atrae. Su opinión sobre Wagner es la que prevalece generalizada en ese momento: cierto reconocimiento pero con reservas y desconfianza. Su amigo Krug había intentado interesarlo, sin éxito, leyéndole una reducción al piano del Tristán. Pero finalmente, animado por Sophie Ritschl, esposa de su maestro de filología y devenida en musa ("he vuelto a componer, influencias femeninas" escribe a su íntimo amigo Rhode), y luego de un concierto en el que escucha "arrobado" el preludio de Los Maestros Cantores, se pasa al bando de los wagnerianos de manera incondicional.

Wagner, en ese entonces, tenía muchos opositores. Además, había concebido un grandioso proyecto a su medida: erigir un teatro que presentara festivales exclusivamente con sus óperas. Incluso hasta hoy en día esto suena megalómano e insólito (pero más insólito aun es constatar que lo logró: ahí está Bayreuth). La titánica tarea necesitaba de todos los aliados y militantes que se pudiesen reclutar. Es en ese momento que Nieztsche es presentado a Wagner, quien ve en el flamante Profesor de Filología Clásica de la Universidad de Basilea a un brillante propagandista venido del medio académico -un frente en el que no tenía a nadie y que debía ser cubierto. Nietzsche fue seducido absolutamente y aceptó emocionado el rol con que lo distinguía el genio al aceptarlo en el reducido círculo de sus elegidos. Hay que considerar que tenía 25 años, había quedado huérfano a los 5 y Wagner había nacido el mismo año que su padre (1813). Ciertas expresiones suyas hacia el Maestro fueron de un servilismo tal que hoy nos hacen sonrojar, pero no debemos minimizar el hecho de que efectivamente hubo entre ellos una comunión espiritual, artística y de pensamiento. Además estaba Cósima Liszt, su mujer, nueva musa de Nieztsche. Producto de estas nuevas relaciones es El Nacimiento de la Tragedia, alegato a favor de Wagner proclamando que a través de su música volverían los gloriosos y heroicos tiempos trágicos de los griegos. Al editarse el libro le envió un ejemplar de lujo como regalo de Navidad (1871) y, con el mismo motivo, para Cósima, su última composición musical: Resonancias de una noche de San Silvestre para piano a cuatro manos (sin duda con la ilusión de tocarla con ella). Este es el comentario de Wagner sobre la música: "Le entiendo a usted también con el sentido de las composiciones musicales con las que tan ingeniosamente nos sorprendió. Solo me resulta difícil comunicarle mi comprensión. Y, como percibo esas dificultades, me siento angustiado". Sospechamos que el Maestro apenas si se dignó a echarle un vistazo a la primera página de la composición. Lo único que a él le interesaba era el libro que estaba a su servicio y que, por cierto, lo entusiasmó. Por lo demás fue muy injusto ya que la música es perfectamente comprensible, casi naïve, contiene sugestivos fragmentos y se reconoce alguna "resonancia" de Los Maestros Cantores, cuya obertura Nieztsche solía tocar en las reuniones. La reacción de Cósima fue peor: ni siquiera acusó recibo.

Sin duda despechado, busca de nuevo una aprobación "profesional" enviando a Hans von Bülow su Meditación de Manfredo para piano a cuatro manos. En rigor se trata de una reelaboración de las Resonancias... con largos fragmentos casi idénticos. No podemos decir que las partes nuevas la hayan mejorado. Por el contrario, ahora hay más "errores", de esos que tientan a los profesores a marcarlos con un lápiz rojo. Vale la pena tener en cuenta la respuesta de Bülow, ya que es la principal fuente en la que se basa la pobre opinión establecida sobre Nietzsche como compositor. Famoso director y pianista, discípulo de Liszt y profesor de sus hijas -había sido el primer marido de Cósima- discípulo y asistente de Wagner (quien lo anuló en sus aspiraciones como compositor y le arrebató la mujer), Bülow le contesta con una carta que es una obra maestra de la crueldad: guardando todas las formas de la etiqueta le dice que su composición era "el summum de la extravagancia", lo "más insoportable y antimusical que había oído en mucho tiempo". Le reprocha haber escarnecido (¿deliberadamente?) todas las reglas de la composición, de la sintaxis, de la ortografía musical. Su delirante producto musical era, en el campo de la música, equivalente a un delito en el mundo de la moral. Era una violación de Euterpe, la musa de la música. Entre tantos juicios hirientes y lapidarios se permite darle un consejo, si es que aun toma en serio "esa aberración en el campo de la composición": debería escribir música vocal, donde la palabra "en el salvaje mar de los sonidos" puede dirigir el rumbo.

Dejando de lado la inapelable condena a sus esfuerzos, no podemos menos que estar de acuerdo en el consejo: lo mejor de sus composiciones son los lieder.

Nietzsche le mostró la afrentosa carta a su musa y Cósima... le dió la razón a su ex marido. (En cambio su padre, Franz Liszt, emitió un juicio más benévolo). Para cualquier persona normal esto hubiera bastado para nunca volver a escribir siquiera una sola nota más. Pero, ya se sabe, Nietzsche no era una persona normal: él debía obedecer a esa fuerza "dionisíaca" que lo impulsaba, en momentos de entusiasmo vital, a sentarse nuevamente al piano para sumergirse en aquel "salvaje mar de los sonidos" y dejarse naufragar en él. A los pocos meses de la carta de Bülow da a luz a otra composición para piano a cuatro manos: Monodie a deux, para la boda de Olga Monod (de ahí el juego de palabras del título).

[...] En 1874 compone el Himno a la amistad, para piano, pensado como el himno de una futura comunidad formada por amigos con la que Nieztsche fantaseaba reeditar la adolescente asociación "Germania", algo así como una orden secular o una nueva Academia griega. La idea no es bien acogida. El Himno tiene una introducción ("Marcha de los amigos hacia el Templo de la Amistad"), y tres estrofas con idéntica música (para ser cantados a coro), entre las que se intercalan dos interludios instrumentales ("Como un triste recuerdo" y "Como una predicción del futuro, una mirada a la más amplia lejanía"). La composición completa está escrita a dos manos aunque hay fragmentos arreglados para cuatro: el fracaso del proyecto lo llevó a conformarse con la versión para solo.

Al año siguiente Nietzsche menciona en una carta a Rohde que trabaja en una nueva composición durante unos diez minutos cada dos o tres semanas: un Himno a la Soledad. "Quiero captarla en toda su patética belleza". Luego anuncia que es bastante larga y que la completó con el corazón agradecido. Su hermana Elizabeth, con la que convive en el otoño de ese año, menciona que la toca todas las noches. Esta pieza se ha perdido y no figura ningún rastro de ella en el legado.

Por estos años se enfrían sus relaciones con Wagner, a pesar de que escribe Richard Wagner en Bayreuth, un panegírico en el que celebra su genio. Precisamente, Nietzsche no se sentía reconocido como un par por el Maestro y esto no podía soportarlo. La "cristianización" de Wagner con su última ópera Parsifal precipita la ruptura. Cinco años después de la muerte de Wagner descarga su corazón escribiendo El Caso Wagner, donde ajusta cuentas con aquel al que había llamado alguna vez "Pater Seraphicus". Más tarde continúa el ataque con Nietzsche contra Wagner y cambia sus gustos musicales: ahora prefiere Carmen, de Bizet, a la que declara haber visto unas veinte veces.

Ya no vuelve a componer nada nuevo. Su última composición, el lied Oración a la Vida (1882), es fruto de la convivencia de tres semanas con Lou Andreas Salomé (con la que plantea un plan de estudios conjuntos que reeditan tal vez la idea de una comunidad espiritual). En rigor se trata de la misma música de la parte del coro del Himno a la Amistad. El maestro se había enamorado perdidamente de la alumna quien, ante la anotación de Nietzsche "desprecio la vida", le regaló como despedida un poema escrito por ella mucho tiempo antes. Todo lo que hizo fueron algunas modificaciones insignificantes para adaptar su antigua composición al texto de Lou [Karl Schlechta en "Gran Mediodía de Nietzsche", 1954, sostiene que la composición es aún anterior. Afirma que incluso fue publicada para un poema de Justinus Kerner titulado "El dolor es el sonido fundamental de la naturaleza". De hecho es el mismo título que dio Nietzsche a una composición suya para piano a cuatro manos]. Se la manda a Krug diciéndole que le envía "lo único que debe quedar de mi música, una especie de profesión de fe que algún día se podría cantar en mi memoria". A Peter Gast, su discípulo, asistente y músico "profesional" le escribe: "Me gustaría haber hecho una canción que pueda ser cantada públicamente, para seducir a la gente con mi filosofía. Vea si esta Oración a la Vida se presta a ello... ¿Podría repasar mi composición y corregir las faltas del aficionado?". Los dos últimos versos (que Nietzsche declara no poder escucharlos cada vez sin estremecerse) dicen, dirigiéndose a la vida:

Si ya no me puedes dar felicidad / ¡Sea!, aún te queda el dolor.

Cuando Lou Andreas Salomé conoció más adelante a Freud, en una ocasión le mostró el poema. Esta fue su reacción: "Freud cerró el libro y golpeó con él el brazo de su sillón: -¡No, sabe usted! ¡No estoy de acuerdo! ¡Un buen catarro crónico sería más que suficiente para curarme de semejantes ideas!". Bien entendido, a un médico lo primero que le preocupa es aliviar el dolor; además, como creador del psicoanálisis, debió haber visto en el último verso una clara señal de masoquismo. Para Nietzsche, en cambio, estas palabras tienen grandeza ya que el dolor no es presentado como una objeción a la vida.

Esta pieza es la única publicada en vida de Nietzsche bajo el título de Himno a la Vida en una versión de Peter Gast para coro y orquesta (1887).

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Schulkin, Claudio: "Nietzsche compositor" en A Parte Rein - Revista de Filosofía [En línea]: http://aparterei.com (Tomado el 26/08/02).

martes, 27 de mayo de 2008

Prólogo

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Este libro pertenece a los menos. Tal vez no viva todavía ninguno de ellos. Serán sin duda, los que comprendan mi Zaratustra: ¿cómo me será lícito confundirme a mí mismo con aquellos a quiénes ya hoy se les hace caso? - Tan sólo el pasado mañana me pertenece. Algunos nacen de manera póstuma.

Las condiciones en las que se me comprende, y luego se me comprende por necesidad, - yo las conozco muy exactamente. Hay que ser honesto hasta la dureza en cosas del espíritu incluso para soportar simplemente mi seriedad, mi pasión. Hay que estar entrenado en vivir sobre las montañas - en ver por debajo de sí la miserable charlatanería actual acerca de la política y del egoísmo de los pueblos. Hay que haberse vuelto indiferente, hay que no preguntar jamás si la verdad es útil, si se convierte en una fatalidad para alguien... Una predilección de la fuerza por problemas para los que hoy nadie tiene valor; el valor de lo prohibido; la predestinación al laberinto. Un experiencia hecha de siete soledades. Oídos nuevos para una música nueva. Ojos nuevos para lo más lejano. Una conciencia nueva para verdades que hasta ahora han permanecido mudas. Y la voluntad de economía de gran estilo: guardar junta la fuerza propia, el entusiasmo propio... El respeto a sí mismo; el amor a sí mismo; la libertad incondicional frente a sí mismo...

¡Pues bien! Sólo ésos son mis lectores, mis verdaderos lectores, mis lectores predestinados: ¿qué importa el resto? - El resto es simplemente la humanidad. - Hay que ser superior a la humanidad por fuerza, por altura de alma, - por desprecio...


Prólogo De El Anticristo.
Maldición sobre el Cristianismo de
Friedrich Nietzsche

sábado, 24 de mayo de 2008

Argentina: 25 de Mayo de 1810 ¿Golpe pro británico o revolución democrática?

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En estos días en que se celebra un nuevo aniversario del 25 de Mayo de 1810 puede ser útil reflexionar aquel acontecimiento, su naturaleza histórica, sus protagonistas.

La versión tradicional difundida por la Historia Oficial (es decir, la fundada por Mitre y divulgada por los historiadores liberal-conservadores) responde a una interpretación elitista, anti-latinoamericana y especialmente pro-imperialista, que resulta muy nociva para nuestras luchas de liberación.

Sus rasgos principales son los siguientes:

l) Se trataría de una revolución separatista, profundamente antihispánica y pro-británica;

2) Habría sido impulsada por “la gente decente” de Buenos Aires, es decir, los ricos señorones, dueños de esclavos, reunidos en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, siendo escasa o nula la presencia popular;

3) Su objetivo fundamental residiría en abrirse al comercio con los ingleses, trabado por el monopolio español;

4) Su programa estaría dado por “La Representación de los Hacendados”, documento redactado por Mariano Moreno y presentado al Virrey, a favor del comercio libre, en 1809;

5) Sería -aunque no demasiado- un movimiento “argentino” pues French y Berutti habrían repartido cintas celestes y blancas en los días previos al 25;

6) Las ideas de esta revolución habrían sido difundidas por los soldados ingleses que, derrotados después de las invasiones de 1806 y 1807 y teniendo a la ciudad por cárcel, concurrían a las reuniones de la clase alta porteña, donde persuadían acerca de las bondades de la libertad y la democracia;

7) El movimiento tendría dos protectores: uno, Lord Strangford, el cónsul inglés en Río de Janeiro, que apoyaba y brindaba sugerencias a los revolucionarios del Plata, y años más tarde, George Canning, el primer ministro inglés, quien procedió a reconocer nuestra independencia.

Esta versión se completa sosteniendo que a partir de ese día de mayo, dejamos atrás un oscuro período de superstición, indolencia y autoritarismo, para recibir una avalancha de ideas y mercaderías inglesas que nos modernizaron, sacándonos de la modorra colonial y conectándonos con el mundo del progreso, aunque nuestras masas bárbaras siempre se manifestaron renuentes a ingresar a esa “civilización”.

Como se comprende, “este” 25 de mayo responde a la visión de la burguesía comercial del puerto de Buenos Aires. Se trataría de un mero golpe oligárquico y antinacional y por tanto, carecería de sentido convocar a alumnos y maestros en las escuelas para conmemorarlo sino, más bien, habría que repudiarlo.

Por el contrario, se festeja su efemérides –aunque enmascarando los propósitos de dominación con frases edulcoradas- pues, tal como se lo presenta, sirve para legitimar las políticas de apertura económica, los proyectos elitistas, la simpatía por los anglosajones, así como la mirada desde Buenos Aires puesta en Europa o Estados Unidos dando la espalda al resto de América Latina.

El lector pensará, seguramente, que esta versión debe haber sido superada ampliamente por las nuevas investigaciones históricas y que habrá quedado reducida a alguna revistita infantil para nenes medio tontuelos. Efectivamente, debería ser así, pero resulta que –con algunos agregados interdisciplinarios que remozan la vieja versión- aún hoy prevalece en los diversos niveles de la enseñanza.

Ello no impide que algunos niños inteligentes y algunos universitarios con vocación histórica formulen algunas dudas:

¿Por qué, si la revolución era independentista, no declaró la independencia sino que la proclamó recién 6 años después, en condiciones mundiales mucho más desfavorables que las de 1810?

¿Cómo es posible que los miembros de la Primera Junta de Mayo jurasen por Fernando VII?

¿Si el movimiento nacía “por odio a España”, como señala Mitre en las primeras páginas de su biografía de San Martín, por qué dos españoles (Matheu y Larrea) integraban la Primera Junta?

¿Como es esto de que ningún testigo vió las cintas celestes y blancas de que habla Mitre, sino, en cambio, cintas blancas, los primeros días, en señal de paz y cintas rojas, el 25, amenazando sangre?

¿Cuál es la razón por la cual la bandera española continuó flameando en el Fuerte y otras instituciones oficiales hasta 1814?

¿Qué explicación hay que darle al regreso de San Martín –un “gallego” que estuvo en España desde los 6 hasta los 33 años y dio 30 batallas como militar español– para venir al Río de la Plata a sumarse a una revolución antiespañola?

¿Eran enemigos de España los hombres de Mayo, a pesar de que casi todos ellos tenían padres españoles e incluso desempeñaban cargos en la burocracia estatal?

Los historiadores discípulos de Mitre han intentado, de una u otra manera, responder a algunos de estos interrogantes, con argumentos que si resultaban más o menos aceptables en 1880, hoy deben ser calificados de pueriles. Por ejemplo: San Martín volvió en 1812 porque “recibió un llamado de las fuerzas telúricas” o tuvo nostalgias de los pajaritos y los árboles de su Yapeyú natal, donde solo vivió cuatro años. Otra es más conocida y logró hacer camino: la jura por Fernando VII era solo “una máscara” para evitar que España se diera cuenta del propósito de los revolucionarios y los reprimiera.

Hoy, las ciencias sociales, han avanzado lo suficiente como para explicar que ningún grupo revolucionario llegado al poder puede jurar por la contrarrevolución, pues si así contenta al enemigo, en cambio, enfrenta a su base social, que se ocupará bien pronto de derrocarlo por traidor. O a la inversa, si su base social sabe que se trata de una picardía, es un secreto a voces que también conocen los enemigos y carece de sentido instrumentarlo.

Abandonemos, pues, esta versión por insuficiente y esperemos que los maestros e historiadores se decidan a polemizar sobre el tema, para encontrar la verdad y para que los alumnos no se aburran con fábulas inconsistentes.

La revolución desde otra óptica

Juan Bautista Alberdi sostuvo, en sus “Pequeños y grandes hombres del Plata”, una posición distinta a la que hemos reseñado. Pero, como se sabe, Alberdi, en sus años altos, tuvo el coraje de enfrentar a la oligarquía mitrista -especialmente definiéndose a favor del Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza- de manera tal que sus ideas han sido condenadas por la cátedra y la Academia. Veamos, sin embargo, su planteo:

La Revolución de Mayo “es un detalle de la Revolución de América, como ésta es un detalle de la revolución de España, como ésta lo es de la Revolución Francesa y europea” (“Pequeños y grandes hombres del Plata”, edit. Fernández Blanco, Bs As, 1962, página 64). Es decir, se trataría, en todos los casos, -no de revoluciones separatistas, independentistas – sino de revoluciones democráticas, por la libertad y los derechos del hombre, la división de poderes, etc., dirigidas contra el absolutismo, la monarquía, la Inquisición, la esclavitud, los tributos serviles, etc.

En principio, pues, en el Río de la Plata, se trataría de un movimiento que integraría el proceso de cambio que recorre toda Hispanoamérica por entonces, bajo la influencia tanto de la revolución española de l808 como de la Francesa de 1789. De manera tal que, desde el vamos, los ingleses no jugarían el rol protagónico que les adjudica Mitre y que a este historiador-político-militar le sirve –en 1862, como presidente- para legitimar sus concesiones ferroviarias, bancarias, etc. al capital inglés, al cual juzga “la fuerza que impulsa el progreso en la Argentina” (Bartolomé Mitre. Discurso 7/3/1861. Archivo Mitre)

Pero, además, si se trata de una revolución democrática no puede ser elitista, no la promueven los ricos –que gozan plenamente su “democracia absolutista” al tiempo que le niegan la libertad a los demás- sino aquellos que tienen derechos por conquistar. Entonces, tampoco su objetivo es el comercio libre (que por otra parte, ya había sido implantado por el virrey Cisneros en l809), ni la representación de los hacendados puede ser su programa, sino que debió existir otro proyecto, otro conjunto de ideas capaces de unificar a quienes ansiaban el cambio.

Alberdi, aislado por la oligarquía, no logró discípulos, pero, sin embargo, quienes bucearon en los acontecimientos producidos en el resto de América y en España en la primera década del siglo XIX , advirtieron que el planteo alberdiano resultaba muy interesante y permitía disipar dudas y equívocos que presentaba la versión mitrista.

Así, en 1916, José León Suárez publica “Carácter de la revolución americana. Un nuevo punto de vista más verdadero y justo sobre la independencia hispanoamericana”, donde retoma aquella interpretación sosteniendo que entre 1808 y 1811, en España y en América, los revolucionarios democráticos, émulos de los franceses del 89, se levantaron contra el absolutismo que los oprimía allá y aquí.

El ensayo recogió importantes coincidencias, especialmente por parte de latinoamericanistas y antiimperialistas a quienes repugnaba el nacimiento de la Patria parida y acunada por los británicos, aunque también es cierto que la vieron con simpatía algunos hispanistas de derecha quienes querían reforzar la filiación hispánica de nuestros países, pero se les atravesaba en la garganta la reivindicación democrática.

Entre quienes bregaban ya contra el imperialismo y a favor de la unión latinoamericana, se encontraba Manuel Ugarte quien escribió inmediatamente a José L. Suárez: “El punto de vista en que usted se coloca es el único razonable y verdaderamente filosófico en estos tiempos... En una conferencia que di, en 1910, en el Ayuntamiento de Barcelona, tuve ocasión de concretar esa manera de ver...

Aquello fue un gesto regional, como el que pudiera hacer aquí una provincia. Su admirable trabajo confirma la tesis, que no es suya, ni mía, sino de toda la generación emancipada de los odios y reintegrada por el sentimiento y el estudio de la realidad a su filiación y su destino” (M. Ugarte, comentario en “Carácter de la revolución americana”, de J. L. Suárez. Edit. librería”La Facultad”, Bs As, 1917, página 94).

Ugarte había sostenido en su conferencia de 1910: “Ninguna fuerza puede ir contra sí misma, ningún hombre logra insurreccionarse completamente contra su mentalidad y sus atavismos, ningún grupo consigue renunciar de pronto a su personalidad para improvisarse otra nueva.

Españoles fueron los habitantes de los primeros virreinatos y españoles siguieron siendo los que se lanzaron a la revuelta. Si al calor de la lucha surgieron nuevos proyectos, si las quejas se transformaron en intimaciones, si el movimiento cobró un empuje definitivo y radical fue a causa de la inflexibilidad de la Metrópoli. Pero en ningún caso se puede decir que América se emancipó de España. Se emancipó del estancamiento y de las ideas retrógradas que impedían el libre desarrollo de su vitalidad..

¿Cómo iban a atacar a España los mismos que en beneficio de España la habían defendido, algunos años antes, las colonias, contra la invasión inglesa?...

Si el movimiento de protesta contra los virreyes cobró tan colosal empuje fue porque la mayoría de los americanos ansiaba obtener las libertades económicas, políticas, religiosas y sociales que un gobierno profundamente conservador negaba a todos, no sólo a las colonias, sino a la misma España...

No nos levantamos contra España, sino a favor de ella y contra el grupo retardatario que en uno y en otro hemisferio nos impedía vivir” (M.Ugarte, “Mi campaña hispanoamericana”, Edit Cervantes, España, 1922, pág 23).

Otro socialista, Enrique Del Valle Iberlucea, en 1912, sustentaba una interpretación semejante. (E. Del Valle Iberlucea, “Las cortes de Cadiz”, Edit. M. García, Bs As, 1912) Más tarde, en otros países latinoamericanos aparecieron historiadores que avalaron esta interpretación, como así también investigadores españoles (Eduardo García del Real, Augusto Barcia Trelles, entre otros).

Uno de los argumentos más fuertes reside en que en la mayor parte de las revoluciones de Hispanoamérica aparecían españoles liberales jugando destacado papel a favor de la revolución (Larrea, Matheu, Arenales, Alvarez Jonte, Blas Parera, Chilavert, entre otros), así como americanos de origen pero fuertemente influidos por largos años de estadía en España (San Martín, Carrera, Alvear, Zapiola, Iriarte, Blanco Encalada).

Asimismo, son comunes los casos de nativos americanos que juegan roles importantes en el bando absolutista (Goyeneche, Olañeta, Pío Tristán, Michelena). Asimismo, en la casi totalidad de las revoluciones, las juntas triunfantes juraban por Fernando VII y recién años después -cuando Fernando VII, que era promesa de democracia, gira a la derecha y reprime brutalmente a los revolucionarios a partirde l8l4- estalla con fuerza el reclamo de independencia, pues resulta condición fundamental para no caer bajo el absolutismo restaurado.

Puede afirmarse que mientras, en España, la revolución -inicialmente nacional en tanto pugna por rechazar al invasor napoleónico - se transforma en democrática a partir del estallido popular y la formación de Juntas (1808), en América, las revoluciones -inicialmente democráticas (ocurridas entre 1809 y 1811), bajo la influencia de la española y la francesa- se convierten en nacionales o independentistas (a partir de 1814) cuando fracasa el proceso español, se anula la Constitución progresista de Cádiz y se reinstala el absolutismo.

Los hechos

Un relato abreviado de los acontecimientos desarrollados en España y en América quizás facilite la comprensión de esta tesis y permita iluminar de manera distinta los acontecimientos de Mayo.

La invasión del ejército napoleónico sobre territorio español, así como la abdicación que el Gran Corso le impone a Carlos IV y a su hijo Fernando VII, detenidos en Bayona, provoca la insurrección del pueblo español el 2 de mayo de 1808. Se trata de una revolución nacional, contra el invasor, defendiendo la soberanía de España, pero inmediatamente asume al mismo tiempo otro carácter: el pueblo se organiza en Juntas y reclama, entonces, no sólo expulsar a los franceses, sino sus derechos democráticos impugnando las viejas instituciones absolutistas.

Las juntas diversas unifican su representación en la Junta Central de Sevilla. Así, 1808 es el 89 español. Estas juntas, en su propósito de ser coherentemente democráticas, declaran -el 22 de enero de 1809- que “las tierras americanas no son colonias sino provincias”, iguales a las de España, por lo cual, al convocarse a las cortes constituyentes, se les reconoce representación. Y más aún: la Junta de Cádiz, el 28/2/1810, informa a los americanos de los cambios producidos y les señala que la Junta que ellos han constituido debe ser modelo que deben tomar en América, es decir, los incita a formar Juntas.

Esta información no es demasiado conocida, pero sí puede recordarse que el levantamiento del 1º de enero de 1809, en Buenos Aires, aunque de contenido españolista contra la preponderancia francesa, proclama: “Juntas como en España”.

Esto significa que la revolución que recorre el territorio español, se extiende a América, explicándose por esta razón la sincronía de los levantamientos insurreccionales (La Paz l809, Caracas, Buenos Aires, Chile y Nueva Granada en 1810, Méjico, Paraguay y la Banda oriental, en l811). A la luz de esta interpretación resulta coherente, tanto la metodología juntista, como también la jura por Fernando, a quien tanto en España como en América se juzga una posibilidad democrática, deslindándolo del resto de la familia real corrompida.

El levantamiento de las nuevas banderas democráticas se torna urgente en América cuando en España el proceso se derechiza con la disolución de la Junta central de Sevilla y la instalación del Consejo de Regencia, al mismo tiempo que Napoleón domina ya casi todo el país ibérico. Ambas noticias llegan a América en los primeros meses de l8l0 y apresuran los estallidos revolucionarios.

Ahora bien, ¿qué clases sociales se enfrentan en Buenos Aires en ese mes de mayo de l8l0? Por un lado, se encuentran los defensores del absolutismo, sector integrado por los comerciantes monopolistas (registreros, ligados a casas matrices de España, beneficiados por el monopolio), es decir, “los godos”. Sus apellidos interesan porque luego reaparecen integrando la oligarquía argentina: Martínez de Hoz, Pinedo, Alzaga, Santa Coloma, Sáenz Valiente, Ocampo, Lezica, Beláustegui, Arana, Oromí, Ezcurra... En general, son dueños de esclavos, rentistas y ostentan escudos nobiliarios en las puertas de sus casas. Junto a ellos, el Virrey , los oidores (integrantes de la Audiencia) y la burocracia estatal, es decir, el funcionariado privilegiado vinculado al poder, que cuenta, además, con el apoyo de la cúpula eclesiástica y de alguna fuerza armada.

En la vereda opositora se ha gestado un frente antiabsolutista constituido por comerciantes nuevos, la pequeña burguesía y sectores populares.

La burguesía comercial en formación se halla integrada preponderantemente por comerciantes ingleses a los cuales el virrey ha otorgado permisos precarios de radicación y que muy pronto, si no se producen cambios en el poder, deberían levantar sus tiendas e irse a comerciar a otra parte ( El 18 de diciembre de l809 se les otorgó autorización por 4 meses, el 18 de abril de l8l0 se les dio prórroga por 30 días y ya en los días de mayo, nadie se preocupa de ellos, hasta que producida la revolución, consiguen radicación definitiva).

Entre otros, pueden citarse algunos apellidos ingleses que luego reaparecen en diversos momentos de nuestra historia: Robertson, Parish, Billinghurst, Miller, Craig, O’Gorman, Amstrong, Lynch, Gowland, Wilde, Brittain, Mackinnon, Dillon, Twaites. Gibson. Ramsay... Integran también ese grupo algunos comerciantes nativos que vienen del contrabando y ligan su suerte ya tempranamente al capital inglés.

Entre otros: Aguirre, Riglos, Sarratea, Escalada y García. Este sector concurre a la revolución para terminar con el absolutismo y establecer una amplia libertad comercial que permita una estrecha conexión con el comercio mundial. (Del 25 de Mayo visto desde esta óptica nos hablan Mitre y la Historia Oficial).

En cambio, los demás integrantes del frente democrático desean concluir con el viejo régimen pero con un proyecto distinto: que el pueblo gobierne a través de sus representantes, asegurando los derechos del hombre y del ciudadano, la libertad de imprenta y el libre pensamiento, integrando el movimiento al estallido que conmueve por entonces al resto de la América Española e incluso, también al de España si allí prevalecen las fuerzas modernizadoras.

En esa pequeña burguesía se destacan varios abogados, como Moreno, Castelli, Belgrano y Paso, con el apoyo de unos seiscientos activistas que pertenecen a los sectores sociales de menores ingresos, conocidos como “Los Chisperos”, “La Legión Infernal”, o “los manolos”, en las crónicas españolas. Allí, liderando, se encuentran French, cartero de la ciudad y Berutti, empleado de la Tesorería del Gobierno.

Allí, se destacan también Agustín Donado, gráfico, que se desempeña en la imprenta oficial, Buenaventura de Arzac que “no es nada”, según lo trata despectivamente un informe, Francisco “Pancho” Planes, abogado de exaltada posición revolucionaria, Felipe Cardoso, Vicente Dupuy, Francisco Mariano de Orma y otros, ignorados por la Historia Oficial y a quienes, en los informes del virrey y de la Audiencia, así como en los testimonios y recuerdos de época, se los designa como “la chusma” que vertía “especies subversivas”.

También apoyan algunos sacerdotes populares como Alberti, Grela y Aparicio, este último recorriendo los cuarteles y arengando a la tropa, con dos trabucos al cinto.

En los sucesos que se desarrollan en la semana de Mayo, los militantes encabezados por French y Berutti juegan un rol decisivo pues son ellos los que exigen y logran el Cabildo Abierto del 22 de mayo e incluso participan del mismo utilizando invitaciones falsas que ha “fabricado” Donado en la imprenta de Expósitos, como también son ellos quienes forman piquetes en las esquinas del Cabildo impidiendo el ingreso de algunos señorones reaccionarios.

Son ellos también los que se movilizan contra la Junta tramposa del día 24 (dos absolutistas, dos revolucionarios y el Virrey como quinto miembro para desempatar), especialmente después que se contactan con Mariano Moreno, ese hombre que tenía la mente clara y sabía lo que había que hacer, por lo cual French lo apoda “el sabiecito del Sur”.

Llegado el día 25 y cuando el “sordo” Cisneros y el síndico Leiva apelan a toda clase de dilaciones e incluso intentan que la fuerza armada reprima al pueblo en la Plaza, French, Berutti, Planes y otros ingresan a la planta alta del Cabildo y exigen por la fuerza –cuchillos y trabucos en mano- la designación de una Primera Junta, cuyos integrantes ellos mismos presentan, y firman, en primer término: “Por mí y ante de los seiscientos, Antonio Luis Beruti, por mí y a nombre de seiscientos Domingo French, siguiéndole entre otras, las firmas de Manuel Alberti, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Tomás Guido” (Historia de la Nación Argentina. Academia Nacional de la Historia, Edit. El Ateneo, Bs As, 1969, tomo V, pág. 47)

No existe duda de que el sector popular, como cabeza del frente democrático, impone a la Primera Junta para reemplazar al virrey. Sus integrantes juran, entonces, en nombre del Rey Fernando VII porque éste resulta aún una posibilidad democrática tanto para los españoles liberales como para los americanos de la misma filiación ideológica.

Por esta razón, la base social de la revolución acepta no sólo esa jura sino que continúe flameando la bandera española en el Fuerte y que dos españoles integren el nuevo gobierno (Larrea y Matéu ) Subsisten también la Real Audiencia (cuyos integrantes, junto con el virrey, son detenidos y desterrados el 22 de junio, por su confabulación contrarrevolucionaria) y el Cabildo (a cuyos integrantes se los confina recién en octubre de 1810, por probárseles reuniones conspirativas).

También son desterrados, meses después, varios ricachones, no por españoles, sino por enemigos de esa revolución que dirige ese Moreno para quien –según manifiesta horrorizado “el godo” Pinedo- “ya todos somos iguales, máxima que vertida así en la generalidad ha causado tantos males ...y aún faltan padecimientos por este maldito desorden” (Manuel Arroyo y Pinedo, en “La primera polémica sobre la revolución deMayo”, de Raúl Molina, folleto, pág 73).

Como se sabe, la primera decisión de la Junta es convocar a todos los pueblos a sumarse e inmediatamente organizar dos expediciones -una al Paraguay, la otra, al Alto Perú- así como vincularse a Artigas en la Banda Oriental, para insertarse plenamente en la revolución que está estallando en las distintas ciudades latinoamericanas.

Poco después, Moreno redacta el Plan de Operaciones que constituye el verdadero programa de la Revolución, documento que Bartolomé Mitre “pierde”, distraídamente, para poder mantener a la “Representación de los Hacendados” –alegato por el comercio libre- como objetivo del movimiento.

Sin embargo, la aparición de nuevas copias del Plan, como asimismo de referencias de Fernando VII y de su hermana, Carlota Joaquina, respecto a ese documento , lo tornan hoy indiscutible. Allí se ratifica el proyecto latinoamericano, se plantea la destrucción del absolutismo en América y asimismo se formula un proyecto insólito para esa época: que el Estado reemplace, a una burguesía nacional inexistente, para promover el desarrollo económico.

¿A través de qué capitales? De los que se obtengan expropiando a los mineros del alto Perú pues como afirma Moreno, con argumentos sumamente actuales, “las fortunas agigantadas en pocos individuos ...no sólo son perniciosas sino que sirven de ruina a la sociedad civil, cuando no solamente con su poder absorben el jugo de todos los ramos de un Estado, sino cuando también en nada remedian las grandes necesidades de los infinitos miembros de la sociedad, demostrándose como una reunión de aguas estancadas, que no ofrecen otras producciones sino para el terreno que ocupan, pero que si corriendo rápidamente su curso bañasen todas las partes, no habría un solo individuo que no las disfrutase...”

Como se advierte, esta revolución igualitaria y expropiatoria nada tiene que ver con aquella del comercio libre y el abrazo con los ingleses de que nos habla la Historia Oficial. Los comerciantes anglo-criollos –que participan en el movimiento por su interés de mantener su radicación en Buenos Aires- logran, recién en setiembre de 1811, elevar sus hombres al Primer Triunvirato (Rivadavia y García): “son los hombres de peso y de pesos”, según los califica Vicente Fidel López. Pero pierden posiciones el 8 de octubre de 1812 cuando San Martín y Alvear derrocan a ese organismo y surge el segundo Triunvirato integrado por los morenistas que recién han vuelto de su confinamiento.

A través de la década, en sucesivos avances, la burguesía comercial anglo-criolla refuerza sus posiciones y a principios de 1820, recién se hallará plenamente en el poder, siempre representada por Rivadavia y García. Es el período en que se inicia “la contrarrevolución”, le escribe Vicente López y Planes al General San Martín, quien acuerda con ese juicio.(Cartas de enero y mayo de 1830, Archivo San Martín) Su proyecto se despliega en esos años: empréstito Baring Brothers, libre importación, sociedades mixtas del Estado con capitales ingleses, Banco de Descuentos y Banco Nacional en poder de los comerciantes extranjeros, política antilatinoamericana contra San Martín y Bolívar, disgregación de la Banda Oriental y del Alto Perú.

Esta sí es la política contrarrevolucionaria de la burguesía comercial –rivadaviana en esa época, mitrista, en los años 60- que la Historia Escolar celebra como triunfo de “la civilización contra la barbarie”. Pero, por supuesto, no es el programa de Mariano Moreno y los revolucionarios de Mayo.


Escrito por Norberto Galasso
Fuente
:
http://www.viejoblues.com/Bitacora/node/6188

Toccata y fuga en re menor- Bach

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Un arreglo para orquesta de la Toccata y fuga en re menor de Johann Sebastian Bach de parte de Stokowsky


Piano Sonata - Bartók

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Zoltán Kocsis interpreta el segundo y tercer movimiento de la Piano Sonata de Bartók



viernes, 23 de mayo de 2008

Toccata - Prokofiev

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Una interpretaciòn de la Toccata de Prokofiev por Argerich

jueves, 22 de mayo de 2008

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Esta información puede percibirse y registrarse incluso sin que tengamos consciencia de ello.

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«¿Adónde vas, ltzig? -No lo sé en absoluto. Pregúntale a mi caballo».

miércoles, 21 de mayo de 2008

Concierto de Brandeburgo de J.S Bach

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Antes de todas mis aclaraciones y detalles sobre el video quisiera decirles que no he tenido tiempo para escribir por lo que no he posteado, a decir verdad intento no postear videoclips nada mas pero es lo que el tiempo me permite
Los siguientes videos conforman el concierto de Brandeburgo Nº 5 en re mayor con Glenn Gould al piano y una flauta traversa, 2 violines, una viola, un violonchelo y un bajo continuo



viernes, 16 de mayo de 2008

Adios nonino-Astor Piazzolla

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Una interpretación hermosa de este clásico hecho en Argentina por la orquesta sinfónica y coro Helycon dirigidos por Santiago Cimavilla

martes, 13 de mayo de 2008

Musica para cuerdas, percusion y Celesta de Béla Bartók

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Musica para cuerdas, percusion y Celesta de Béla Bartók.En la pelicula "El Resplandor" interpretado por la orquesta Filarmonica de Berlin conducida por Herbert von Karajan.
Aclaraciòn: el siguiente video no es apto para miedosos


sábado, 10 de mayo de 2008

Allegro Barbaro-Bela Bartok

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jueves, 8 de mayo de 2008

El guardián entre el centeno-J. D. Salinger

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[Holden habla con su hermana menor] "¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir? (...) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los agarro. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura".


El guardián entre el centeno es una novela escrita por J. D. Salinger, un escritor norteamericano nacido en New York y publicada en 1951.Es fácil de leer y no esta mal narrado
Trata sobre dos días en la vida de Holden Caulfield, un joven de 17 años.Es uno de esos libros que hay que leerlos en la edad en la que impactan, en este caso la adolescencia.
Holden nos habla con sinceridad, de una forma a veces grosera y con el lenguaje de la calle. Este adolescente es alguien que admira a los niños y le desagrada la falsedad de los adultos totalmente.
Odia la hipocresía hasta el punto de llegar a encontrar palabras como "encantador" repugnante ya que cree que es la palabra mas falsa de todas
Es una historia en la que se tratan temas de la vida como crecer, la muerte de parientes cercanos, etc.
Holden logra encontrar la belleza y sentirse completo en lo simple (no voy a indagar mas en el tema para no arruinarles la novela)
Se puede volver tedioso ya que el narrador, nuestro amigo de 17 años, suele irse del punto y personalmente en mi traducción abusa de ciertas palabras o frases de forma tal de volver densa la lectura
, refleja muchos aspectos de la vida, todo adolescente debería de leerlo

lunes, 5 de mayo de 2008

Philip glass-Mad Rush

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sábado, 3 de mayo de 2008

Rush-2112

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Un clásico del rock progresivo,2112,una suite con duración de 20 minutos y 31 segundos de la banda canadiense rush que fue lanzado un marzo de 1976





viernes, 2 de mayo de 2008

El cuervo-Poe

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Cierta medianoche aciaga, cuando, con la mente cansada, meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido, como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
«Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal; sólo eso y nada más.»

¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!
Cada chispa desfalleciente dejaba un rastro espectral.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma en mis libros, ni consuelo a la pérdida abismal
de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar
y aquí nadie nombrará.

Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas
me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal que, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:

«No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;
un tardío visitante esperando en mi portal.
Sólo eso y nada más».

Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:
«Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculpar
pues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguido
y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal
que dudé de haberlo oído...», y abrí de golpe el portal: sólo sombras, nada más.

La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,
y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;
pero en ese silencio atroz, superior a toda voz,
sólo se oyó la palabra «Leonor», que yo me atreví a susurran..
sí, susurré la palabra «Leonor» y un eco volvióla a nombrar.
Sólo eso y nada mas.

A un que mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.
«Esta vez quien sea que flama ha llamado a mi ventana;
veré pues de qué se trata, qué misterio habrá detrás.

Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.
¡Es el viento y nada más!»

Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,
agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.
Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento, con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal, en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral; fue, posóse y nada más.

Esta negra y torva ave trocó, con su aire grave,
en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.
«Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser osado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;
¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?»
Dijo el cuervo: «Nunca más».

Que un ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa
sorprendióme aunque el sentido fuera tan poco cabal, pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido ocasión de ver posado tal pájaro en su portal.
Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal
que se llamara «Nunca más».

Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto, como si en ello le fuera el alma, ni una sola sílaba más.
No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna
hasta que al fin musité: «Vi a otros amigos volar;
por la mañana él también, cual mis anhelos, volará».
Dijo entonces: «Nunca más».

Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;
«Sin duda -dije-, repite lo que ha podido acopiar
del repertorio olvidado de algún amo desgraciado
que en su caída redujo sus canciones a un refrán;
que pergeñó, acorralado, este lúgubre refrán:
"Nunca, nunca más"».

Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfía
planté una silla mullida frente al ave y el portal;
y hundido en el terciopelo me afané con recelo
en descubrir que quería la funesta ave ancestral.
Qué pretendía esa torva ave, funesta y ancestral
al repetir: «Nunca más».

Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabra
al ave que ahora quemaba mi pecho con su mirar;
eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyada
sobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.
¡Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar, y ya no usará nunca más!

Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso mecido por serafines de leve andar musical.
«¡Miserable! -me dije-; ¡Tu Dios estos ángeles dirige
hacia ti con el filtro que a Leonor te hará olvidar!
¡Bebe, bebe el dulce filtro, y a Leonor olvidarás! »
Dijo el Cuervo: «Nunca más».

« ¡Profeta -grité-, ser malvado; profeta eres, diablo alado!
¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad
trajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje,
a esta morada espectral? ¡Mas, te imploro, dime ya,
dime, te imploro, si existe algún bálsamo en Galaad!»
Dijo el Cuervo: «Nunca más».

« ¡Profeta -grité-, ser malvado; profeta eres, diablo alado!
Por el Dios que veneramos, por el manto celestial, dile a este desventurado si en el Edén lejano
a Leonor, ahora entre ángeles, un día podré abrazar;
si a la radiante doncella en el Edén podré abrazar. »
Dijo el Cuervo: «¡Nunca más!».

«¡Diablo alado, no hables más!», dije, dando un paso atrás;
« ¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal!

¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje
quiero sobre mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!»
Dijo el Cuervo: «Nunca más».

Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado,
en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;
y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,
cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal; y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal,
no se alzará... ¡nunca más!
Escrito por Edgar Allan Poe